Todos nos echamos las manos a la cabeza al oir que el modisto Tom Ford había dirigido una película. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Lady Gaga diseñando comida para bebés? Si además del salto al celuloide tenemos en cuenta que es su ópera prima (aunque sospechamos que algun super8 de Kortajarena debe tener escondido en alguna caja fuerte), más razones para fruncir el ceño y mirar de reojo las insistentes recomendaciones que nos llegaban por todas partes.
Sin embargo, "A Single Man" no sólo sale airosa de sendos obstáculos, sino que lo hace con nota alta. Sería repetitivo hablar de su bella fotografía (hay que ser ciego para no apreciarla), exquisito montaje, esos diálogos relamidos pero nunca pedantes, su elección musical y diseño de vestuario. Destaquemos pues la tristísima historia de un hombre que lo ha perdido todo e intenta encontrar sentido a su ya crepuscular existencia. La cámara (por consiguente, nosotros) acompaña a esa media naranja en la búsqueda de la venda de sus heridas con una delicadeza y contención dignas de aplauso. Hubiera sido demasiado fácil echar mano de recursos lacrimógenos, y eso, es otro de los grandes aciertos.
Un Colin Firth incomensurable, en todos los estados de duelo en los que se puede mostrar durante la hora y media que dura la película, y una Julianne Moore que se agarra con fuerzas a la retina del espectador, pese a su corta aparición, ponen la guinda a este pastel que se come con gusto y sin empacho.
Lo mejor: la armonía de todos sus elementos (actuaciones, diseño, fotografía, guión)
Lo peor: aquellos que no sepan ver la luz al final del túnel.