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El nombre de nacimiento de Yolanda Gutiérrez era Jacinto. Eligió su nuevo nombre a los 15 años, cuando asumió su identidad como muxe. Yolanda nunca tuvo miedo de ser rechazada por ser quien es, y su familia y vecinos la apoyaron en la transición a su nueva identidad. Nacida en Juchitán, una ciudad del estado de Oaxaca a 700 kilómetros al sureste de Ciudad de México, ser muxe no es sinónimo de discriminación, ni de exclusión. Ser muxe se considera tan natural como ser hombre o mujer.
"Soy muxe porque no soy ni mujer ni hombre. Soy un hombre que tiene los pensamientos y sentimientos de una mujer", dice Yolanda. Su madre reconoció este hecho sobre ella muy pronto: "Cuando tenía 5 años, escuchaba música y corría a por una de mis enaguas, se la ponía y bailaba. Fue entonces cuando noté que mi hijo era diferente, que era muxe", dice la madre de Yolanda.
Desde que llegó a Los Ángeles, Yolanda vive como hombre durante el día en el trabajo, y como muxe en casa y en las reuniones familiares. Se alegra de saber que, con el paso de los años, ha descubierto y se ha hecho amiga de una pequeña comunidad muxe en el barrio de Pico Union de Los Ángeles.
En los próximos días, Yolanda y sus amigos celebrarán la "Vela Muxes" coincidiendo con la celebración internacional de los Muxes que tiene lugar en Oaxaca a mediados de noviembre. El evento comenzará con una misa católica, seguida de exposiciones de arte, entretenimiento musical y muchas delicias de la cocina tradicional oaxaqueña, pero lo más importante es que es un momento de unión y aceptación de la comunidad.
Históricamente los muxes no tenían por qué ser homosexuales. Hay casos en los que son heterosexuales, bisexuales o asexuales. Tradicionalmente, ser muxe no depende de la orientación sexual. Es un género cultural, una función social y una identidad, pero no una característica de los deseos de alguien, según Yolanda.
Sin embargo, los mexicanos han sido ambivalentes con los homosexuales en general. Por un lado, Ciudad de México fue la primera capital latinoamericana en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Sin embargo, México también sufre uno de los mayores índices de criminalidad contra la comunidad LGBT en el mundo debido a la homofobia.
Para la comunidad gay mexicana e internacional, Juchitán, Oaxaca, se ha convertido en un paraíso queer y un símbolo de tolerancia. Aunque algunos lugareños todavía discriminan a los muxes, y la comunidad muxe en su conjunto tiene menos oportunidades de estudiar y conseguir empleo, la tradicional división indígena de los tres géneros como forma natural y tradicional de ser ha inspirado la escena LGBT en todo el mundo - y los muxes están tomando conciencia de ello.