Vivienda inclusiva: La lucha del colectivo LGTBI+ por un hogar seguro
Los problemas que enfrentan las personas del colectivo LGTBI+ al buscar vivienda no se limitan a los altos precios. “Me encontré con una casera que me negó la entrada al piso porque ‘la gente como tú solo trae desgraciados y enfermos al piso’”, relata Pablo, un joven de 26 años que ha estado buscando pisos de alquiler desde los 16. A lo largo de su experiencia, ha sentido en varias ocasiones la discriminación por su orientación sexual durante la búsqueda de un hogar.
Pablo recuerda que estaba buscando un piso en Torre del Mar cuando recibió esa respuesta de una casera tras expresar su intención de alquilar el inmueble junto a su pareja. “No es la única vez que he enfrentado situaciones de este tipo”, añade. Àgueda, de 21 años, también parte del colectivo, ha tenido que mudarse varias veces por temas académicos y ha experimentado actitudes discriminatorias de sus compañeros de piso.
Ambos coinciden en que prefieren compartir su espacio con personas que sean parte del colectivo. “Si me dan a elegir, siempre voy a preferir convivir con gente del colectivo”, menciona Pablo, quien también siente una mayor comodidad viviendo con mujeres, considerando que son menos propensas a mostrar actitudes negativas hacia la diversidad.
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Almudena, a sus 24 años y también del colectivo, no ha tenido experiencias de discriminación porque aquellos con quienes ha convivido no sabían su orientación. Sin embargo, comparte que es fundamental crear vínculos sanos y respetuosos, resaltando que se hace difícil convivir con personas que tienen ideas preconcebidas sobre el colectivo.
Pablo resalta la importancia de vivir con personas que apoyen al colectivo LGTBI para evitar conflictos y sentir la libertad de ser uno mismo en casa. “La estancia en el piso será más fluida si puedo actuar y hablar naturalmente”, explica.
Un llamamiento a la inclusión
Desde l'Observatori contra l'LGTBI-fòbia, su presidente, Eugeni Rodríguez, destaca tres aspectos clave sobre la problemática de la vivienda para el colectivo. En primer lugar, subraya el impacto negativo que enfrentan las personas trans, quienes a menudo son objeto de discriminación al momento de alquilar.
Rodríguez añade que es absurdo que los propietarios juzguen la validez de la identidad de género de una persona basado en su apariencia o en su documentación. Asegura que estos casos de discriminación no solo son problemáticos para las personas trans, sino que también afectan a toda la comunidad.
Pablo ha vivido experiencias de rechazo directo. Recuerda que, después de visitar un piso hace años, el hijo del propietario lo contactó para informarle que no era bien recibido, utilizando insultos homofóbicos. A pesar de tener un apariencia “normativa” que le permite ocultar su orientación sexual, Pablo se ve forzado a ocultar su identidad para evitar enfrentamientos o situaciones hostiles.
En este contexto, Eugeni sugiere la implementación de políticas públicas urgentes para ayudar a jóvenes del colectivo a acceder a hogares seguros y asequibles. Propone que, al otorgar pisos de protección oficial, se considere un apartado específico para las personas LGTBI, en especial, para los jóvenes.
Una visión alternativa de vivienda
Ante estas dificultades, varios miembros del colectivo LGTBI han creado alternativas de vivienda. Un ejemplo es La Morada, una cooperativa de vivienda feminista en Barcelona que surgió hace seis años y actualmente alberga a 19 personas, todas ellas del colectivo.
María Berzosa, socia de la cooperativa, explica que este proyecto nació de experiencias y problemas comunes entre sus integrantes. Se centran en construir un espacio que combine comunidad y la necesidad de tener tranquilidad individual. “Es un modelo que busca ofrecer otro tipo de convivencia alejada del mercado actual”, concluye.