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La película LONESOME nos trae la madurez gay de un modo provocador

NO APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS

A la hora de buscar actores para su segundo largometraje, Lonesome, el guionista y director de Sydney Craig Boreham recurrió a Grindr. Quería actores que conocieran el mundo de la película, no solo el de los contactos homosexuales y el sexo casual, sino también los deseos que pueden alimentar estos encuentros: aburrimiento, calentura, aislamiento intenso.

Casey (Josh Lavery) es impulsado por todo lo anterior: un chico de campo que abandona su pequeño pueblo para conseguir su "gran zorra de humo", como dice su primer ligue en Sydney, Tib (Daniel Gabriel). Con sus ojos muy abiertos, su torso desgarrado y su sombrero de vaquero, Casey parece un hombre que espera ser confundido con un mito, pero si miramos bajo el ala del sombrero veremos un alma herida, que ha interiorizado durante mucho tiempo que su único valor es su aspecto.

El argumento de LONESOME, como probablemente ya sabrás, es un terreno trillado: una historia de madurez queer en la que un joven se encuentra y/o se pierde en el sexo, las drogas y otros vicios de una gran ciudad, y tiene que decidir si es merecedor del amor. Llámalo cliché, pero Boreham trabaja con experiencias LGBTQI+ comunes, tropos mucho más frustrantes de vivir que de volver a ver en pantalla.

Más allá del canon de películas queer descritas por esa línea de registro (que van desde el porno de autor de 1972 LA Plays Itself hasta el thriller australiano de 2019 Sequin in a Blue Room), Lonesome comparte algunas similitudes con Teenage Kicks, la ópera prima de Boreham de 2016. Ambas están protagonizadas por guapas actrices cuyas miradas vacías bastan para la interioridad de sus personajes, que toman malas decisiones perseguidos por traumas familiares.

Pero LONESOME está llena de chispazos de brillantez que rebotan en estos ritmos familiares - un carisma verité que debe mucho al casting basado en la aplicación de Boreham, así como al maravilloso control de la luz del director de fotografía Dean Francis. Rodada a lo largo de cuatro semanas durante los cierres de Covid en 2021, Lonesome aprovecha la relativa tranquilidad de Sídney: Prince Alfred Park y las calles King y Oxford son seductoras y vibrantes, aunque no un poco frías, como el sol de finales de invierno. Sídney es muchas cosas, pero no es una ciudad abiertamente atractiva para los recién llegados: es impresionante haberlo captado con la cámara sin recurrir a las imágenes estándar de la fealdad urbana.

A still from Lonesome Rodada durante los cierres de Covid de 2021, LONESOME aprovechó la relativa tranquilidad de Sídney. Fotografía: Umbrella Entertainment

Esa frialdad le sienta bien a la película, ya que LONESOME tampoco invita abiertamente a los forasteros. Como película erótica y sin complejos, va a contracorriente de los romances masculinos queer de madurez, en su mayoría sin sexo: pensemos en la panorámica de la ventana antes del coito en Call Me By Your Name, o en el romanticismo cursi de Heartstopper. La compleja relación entre Casey y Tib dista mucho de enmarcarse en el amor verdadero: los dos pueden llegar a ser casualmente crueles el uno con el otro, apartándose preventivamente de una conexión genuina para evitar más daño. En su lugar, ellos y LONESOME se centran en, para adoptar la franqueza de la película, follar: a lo largo de los 94 minutos de la película R18+, vemos sexo anal, tríos, orgías, asfixia, lamidas de botas, cruising en paradas de camiones, corridas, fisting y juegos con comida. Pero estas escenas entre Casey, Tib y sus diversos ligues son valiosas no sólo por su explicitud, sino por su verosimilitud.

La actuación de LONESOME puede resultar forzada en ocasiones, pero brilla en las escenas de sexo: la coordinadora de intimidad, Leah Pellinkhof, trabajó con Boreham y los actores para que estos momentos fueran lo más viscerales posible, lo que significa que sentimos en la película los momentos incómodos que normalmente se ignoran en el momento. Todo el mundo en LONESOME se postula para ser deseado. Casey emula a Joe Buck, de Cowboys de medianoche; otros recurren a un lenguaje obsceno, sacado del porno, o a un lento paseo desnudo por la playa de Congwong. Pero la película se resiste a emitir juicios morales: nadie es castigado por sus transgresiones éticas o su desesperación sexual. Incluso un padre de cuero degradante, interpretado por la ex estrella de la liga de rugby y activista gay Ian Roberts en algunas de las escenas más difíciles de ver de la película, recibe un breve momento de ternura.

 

A still from Lonesome La actuación del LONESOME puede ser forzada a veces, pero brilla en las escenas de sexo". Fotografía: Umbrella Entertainment

En los momentos difíciles, su cuerpo irradia una tensión interior que se disipa cuando los dos consiguen soltarse, ya sea bailando en ropa interior o haciendo el tonto. En estas escenas, Lavery se anima también, a medida que Casey libera parte de su peso interior y abandona su habitual expresión pétrea. Es aquí donde LONESOME se siente real, donde la química hace que los clichés se asemejen más a experiencias queer comunes.

Mientras que Teenage Kicks supuso un hito en el canon de las películas de superación personal LGBTQI+, Lonesome se contenta con ser un tema de conversación provocador, estableciendo a Boreham como un cineasta queer sin miedo a hacer una obra importante o de nicho. Es de esperar que la aparición de más cineastas queer australianos (Goran Stolevski, Katie Found y Monica Zanetti, entre otros) permita a Boreham y a sus contemporáneos hacer películas más arriesgadas y menos apetecibles. Ya no tendrán que cargar con la solitaria responsabilidad de crear la próxima película australiana LGBTQI+ definitiva, y podrán ponerse manos a la obra.

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